… Fue una mañana del mes de marzo del 2020, en la que tu abuelo estaba en el hospital haciendo guardias sin descanso, y yo en casa tele-trabajando. Tu madre no se acostumbraba a los deberes virtuales ni a no ver a sus amigos. Recuerdo que se pasaba las horas mirando por la ventana. Pero aquella mañana, la calle estaba vacía como de costumbre y los pajaritos cantaban, cuando de pronto, algo impactó contra el cristal  y cayó al suelo. Tu madre corrió hacia la terraza y encontró en el suelo un avión de papel que ponía: «Soy Pablo, ¿cómo te llamas?». Levantó los ojos y vio como una mano se agitaba en el balcón de enfrente. «¡Soy Cora!», gritó ella.  Empezaron a hablar, compartieron juegos, risas y aplausos. Para ayudar a los vecinos, se les ocurrió fabricar aviones y enviarles mensajes de ánimos que decían: «No estás solo», «Lo conseguiremos», «Te quiero», «Besos».

Infinidad de aviones inundaron las ventanas; algunos caían a la acera y los cogían los que iban al trabajo; otros lo hacían entre las macetas y se llenaban de hojas, pero todos les sonreían al leerlos y les daban las gracias. Pasaron muchas horas juntos, pero un día soleado anunciaron por la tele que entre todos, habíamos logrado matar al Covid 19.

Salimos a la calle y nos fundimos en un multitudinario abrazo. Risas, cantos y fuegos artificiales iluminaron nuestros corazones y llenaron las ciudades. Así fue como se conocieron…

—Tata,  ¿por eso los papis siempre  se mandan aviones?

—Sí, mi niña, porque la esperanza y el amor, como los sueños, tienen alas.

(Basado en hechos reales) 

Meritxell Jiménez