Ya estaba todo preparado aquí en Valencia  para la gran fiesta. Las calles engalanadas con luces de colores que apuntaban hacia el cielo, los puestos de buñuelos que esparcían ese olor tan característico durante esos días. Los niños, grandes y pequeños, habían terminado ya los exámenes en la escuela, y esperaban ansiosos para reunirse con sus amigos.

Pero entonces, ¡llegó el BICHO! No le gustaban ni los príncipes, ni las princesas; ni los dragones ni los castillos encantados. Por no gustarle, no le gustaban ni la alegría ni los abrazos, ni los besos entre los niños y sus abuelos. No quería que las personas se reuniesen en una plaza, ni que los niños jugasen en el parque, ni que los jóvenes practicasen deporte…

Todos para vencer su maligno poder se escondieron en sus casas, tenían que despistarlo y abatirlo en la batalla. Aparecieron entonces héroes de carne y hueso, hombres y mujeres, que se enfrentaron a él. ¡Y lograron vencerlo!

Entonces pasó la primavera y llegó el verano. Y la ciudad volvió a oler a buñuelos de calabaza y a traca. Y el cielo se iluminó con castillos de colores, las fallas salieron a la calle y, por una vez, julio fue marzo en nuestras almas.

Alicia Ríos del Valle

 

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