«Y hoy, cuando se cumplen 25 años de la mayor pandemia de la historia moderna, se ha celebrado un acto en memoria de aquellos que perdieron la vida».

Mi recuerdo sobre aquel trágico episodio de la historia reciente mientras veía las noticias fue interrumpido con la pregunta de mi nieta de siete años:

–Abuelita, ¿qué pasó en marzo de 2020 en España?

Sonreí y la atraje hasta sentarla en mis piernas. Luego apagué la tele y le dije:

–Un virus nos atacó, como ese de la gripe que tuviste el año pasado, ¿te acuerdas? –ella asiente, inquieta–. Pero este fue mucho más fuerte, y nos hizo mucho daño a todos.

–¿Fue algo malo, entonces? –pregunta, preocupada.

–Pues sí, fue toda una tragedia. Pero ¿sabes qué?… También sirvió para algo bueno.

–¿El qué? –preguntó con su voz inocente y llena de esperanza.

–La gente se volvió más solidaria con los demás, más responsable en su día a día, más comprensiva, cuidó más el medio ambiente.  Valoró lo que tenía, y comprendió el significado de lo que realmente importa para ser feliz.

–Entonces… ¡ese virus cambió a la gente para mejor! –deduce con la inocencia de la niña que es.

–Una lección que nunca olvidamos, y que aún hoy día seguimos aplicando y transmitiendo para que nuestro mundo sea un lugar mejor donde vivir.

–¡Un mundo ideal! –concluye ella saltando de alegría.

 

Álvaro Calvete Aguilar

 

 

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