Érase una vez un virus que hizo enfermar a muchas personas. El mundo entero lo conocía como el Rey Covid. Era de color verde moco y sobre su cabeza de chorlito lucía una pequeña corona de trompetas doradas de la que nunca se desprendía, ni siquiera para irse a dormir. Tenía diecinueve guerreros malvados que siempre lo acompañaban. Cada cual, más malo que el anterior. El Rey Covid y su séquito querían conquistar nuestro tesoro más preciado: la salud; y para ello aprovechaban cualquier resquicio: la nariz, la boca… Cuando menos te lo esperabas, sin ser vistos ni oídos, ya estaban dentro de ti. El Rey Covid dispersaba a sus guerreros, mientras él esperaba tranquilamente sentado en su trono. Cada guerrero se encargaba de una tarea: fiebre, tos, estornudos, náuseas… Diecinueve síntomas, todos distintos entre sí. ¡Millones de personas enfermaron!

Pero nosotros fuimos más listos. Descubrimos que el Rey Covid podía volar de una persona a otra. Si nos lavábamos mucho las manos y nos tapábamos la boca para estornudar o toser, no podía llegar hasta nosotros.

Los científicos pronto descubrieron un tratamiento que despertaba las defensas de nuestro cuerpo: un montón de caballeros de armadura blanca que lucharon a muerte contra el Rey Covid y sus guerreros. Con el tiempo, no pudieron contagiar a nadie más. ¡Y así fue como le ganamos la batalla a aquel virus tirano!

Aurea Poncelet

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