La abuela Saturnina siempre cuenta historias entretenidas. Seguro que su vida debió de ser muy divertida. Aunque cuando habla del 2020 aparece una mueca de tristeza:

—Abuela, ¿y qué es lo que pasó?…

—Pues que el Planeta se paró. La gente vivía tan rápido que no había tiempo para darse abrazos. El canto de los pájaros no se escuchaba, debido al ruido de los coches, ni la gente conocía el sonido de los grillos a medianoche. Y en algunos sitios, ¡hasta el aire apestaba!… La Tierra estaba envenenada, pues un horrible virus por las calles se paseaba, y nos tuvimos que quedar en casa sin despedirnos de aquello, que en ese momento, no se valoraba. Es allí donde aprendimos la importancia de vivir; de dar abrazos a quien tenemos al lado, de sentir la brisa del viento y de estar atentos a la naturaleza.

—¡Qué historia más emocionante, Abuela! ¡Y alegra tu cara, pues al final todo salió bien!

—Hija, es mejor aprender sin que nada malo tenga que suceder.

Entonces, la abuela me llevó a su asiento, me abrazó muy fuerte y en un último aliento, me dijo: «¡Ojalá pudiera decirte que sólo fue un cuento!».

Esther Méndez

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