Estaban el abuelo y su nieto, el pilluelo, hablando de aquella historia que quedó grabada en la memoria.

—¿No salíais a pasear?

—¡Ni de broma! En casa, a esperar.

—¿Ni había colegio?

—Estudiábamos en casa. ¡Qué privilegio!

—Y entonces, ¿qué pasó?…

—Que un día, de sopetón, la gente salió al balcón a aplaudir de todo corazón. ¡Ya había cura! ¡Teníamos una vacuna! ¡Qué emoción! Y a aquel bicho feroz, asqueroso, feo y sarnoso le dimos una patada, muy bien dada en su trasero apestoso. Venga, hijito, vamos al balcón a recordarlo, como cada año, que hoy es el aniversario del día en que la vida peleó, luchó y ganó la batalla a aquel bicho verdoso, rasposo y horroroso.

Y ambos salieron al balcón.

—¡Aplaude con ganas, aunque duelan las palmas! Por los que se fueron. Por los que lucharon. Porque triunfamos. Y por el arcoíris que un día brilló.

«Plas, plas, plas. Plos, plos, plos».

Israel Campos

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