Walt Disney (1901-1966) nació en Florida y fue hijo de padres canadienses.

Trabajó en colaboración con el dibujante Ub Iwerks, con el que conocerá, en el nacimiento del cine sonoro, un éxito apabullante.

Al crear un pequeño personaje, Mortimer, qué, después de unos pocos arreglos, se convertirá en Mickey Mouse: un ratón de aspecto bonachón y de trazos muy estilizados, qué habrá de competir con Félix y Krazy Kat, de inspiración más elitista. Con el color y la música como colaboradores, Mickey se convirtió en una estrella de primera fila, permitiendo prosperar  a la empresa de Disney. Otros personajes concebidos según el mismo esquema discretamente antropomórfico, surgirán también de esta pluma de oro.

De allí el proyecto, fastuoso, de apostar todas las fichas a un dibujo animado de larga duración, en colores, el primero de su género. El presupuesto total sobrepasó el millón y medio de dólares, con un reembolso multiplicado gracias al éxito mundial del film.

La realización de “Blancanieves y los siete enanitos” duró tres años y movilizó a un ejército de técnicos: animadores, materialistas, decoradores, dibujantes, acuarelistas, etc. El film contiene más de 100.000 imágenes, y necesitó cerca de 1.000.000 de croquis y bocetos.

Lo sorprendente es que de semejante monstruo industrial haya nacido una obra plena de fantasía y de belleza. El milagro no volverá a producirse, y los filmes siguientes de la “fábrica” Disney, después de algunos bellos triunfos (Pinocho, Fantasía), sé diluirán progresivamente en lo empalagoso y uniforme…

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